Friday, September 18, 2015

LA HERENCIA DEL CAUDILLO




Tarde o temprano los caudillos se extinguen, se esfuman, algunos se pudren. Cuenta la historia que uno de ellos murió pobre con el dedo señalando a un balcón y de esa manera se volvió un mito. Otro, algunos años antes, murió asesinado en una cárcel y luego fue quemado. Sus cenizas se esparcieron en libros de historia que buscaban un héroe. Otro, en el siglo XIX fue asesinado a machetazos. Lo extraño es que era tan católico que pensaba que el corazón de Jesús lo protegía. Dicen las malas lenguas quiteñas que antes del machetazo final se convirtió al ateísmo.
Pero esta especie tan horripilante también existe en otros países. En una isla dividida en los que asumen su negritud en francés y otros que la rechazan en castellano, el caudillo cayó asesinado. Le lloraron por miedo. A otro que también le lloraron por miedo le atormentaba el fantasma de Lorca y su poesía que no comprendía pero odiaba en un palacio majestuoso. El hombre se pudrió en su cama, pero su presencia se seguía sintiendo hasta entrado los años 80.
Los caudillos no solo hablan español, también hablan inglés, por supuesto hay mujeres caudillas, una de ella fue quedándose poco a poco sin memoria y en el olvido la mujer de hierro se derritió. Hay caudillos que resucitan. Uno de ellos fue un pésimo actor de Hollywood, un pésimo presidente, racista, clasista cómplice y encubridor ahora es el republicano ideal en el norte de América.
Lo terrible de todos los caudillos es que aunque desaparezcan dejan un tufo en el ambiente. Igual que ocurre al comer ajo. Ese tufo se enquista en los tribunales de justicia, en la burocracia, en todo el sistema, tufo que tarda muchos años y mucho esfuerzo en tratar de erradicar ya que es un olor nauseabundo que se mezcla con corrupción y abuso del poder.
Los caudillos también dejan aprendices de caudillos que tratan de seguir sus prácticas. Recién un aprendiz se bajó de su caravana rodeada de grandes gorilas a amenazar a un transeúnte que lo había insultado. El pequeño ser rodeado de sus guardias intercambió insultos y se sintió feliz de emular a su caudillo. Otros hablan con pajaritos y otros aprendices juran deportar a 11 millones de personas.
Es que el caudillo deja una herencia simbólica. La sociedad empieza a copiar actitudes del caudillo. El insulto, el menosprecio, el racismo y el clasismo son clásico síntomas que ahora se reproducen en redes sociales. Esta enfermedad social se nota en la forma de hablar. Se pierde la autonomía y hablan del movimiento como si fuese suyo, toman las palabras del caudillo y la interiorizan, las convierten en su diario vivir y con orgullo la sueltan en cualquier momento. Ahora es muy común escuchar con risa en los labios la prensa corrupta, los pelucones, soy revolucionario, tengo carreteras, caretuco, y frases exactas creadas por los asesores del caudillo.
Lo terrible es que ese discurso de enfrentamiento no se va con la desaparición del caudillo. Ese discurso se queda arraigado en la cotidianidad, fomenta el odio al otro que piensa distinto, tapa los abusos y construye violencia física y simbólica. Esa violencia de soy pacífico pero te mato si no piensas igual.
Tarde o temprano el caudillo se va a Bélgica, a Londres, a Los Estados Unidos a cualquier parte, tarde o temprano el caudillo es olvidado y decrépito en Suiza recuerda sus años de poder. El problema son las sombras y los fantasmas que deja el caudillo. La destrucción sistemática del entorno, la desconfianza a todas las instituciones del Estado, las grandes carreteras pavimentadas para que transite el dominio de los unos sobre los otros con facilidad; porque la sociedad después del caudillo tarda en reinventarse y en curarse.

Monday, January 19, 2015

Súper tazón o Súper Bochorno


Después de escuchar a la Ministra de Turismo no me ha dejado duda de que este año será el del conocimiento. Que conocimiento sobre números. Los millones de espectadores que miran el Súper Tazón sobrepasan a la población de Bolivia, Perú, Colombia y Ecuador. La cantidad de gente que querrá venir a tomarse una foto con las tortugas Galápagos o escalar el precioso Cotopaxi. Seguro que no habrá espacio en el hermoso tren que es el producto estrella de esta Revolución que arrolla cual locomotora.

Solo me quedan algunas dudas. Primero: el Super Bowl, como juego de fútbol de los Estados Unidos es un discurso nacionalista en dónde se explota las barras y las estrellas, se recuerda a los veteranos de las múltiples guerras de ese país, hay una muestra de poderío militar con aviones pintando el cielo de azul y rojo y tiene un mensaje del presidente de los Estados Unidos. Sin mencionar el himno nacional y American the Beauty que finaliza con el típico Dios bendiga a América.

Eso implica que para analizar la audiencia que observará ese juego no solo es necesario decir que son 113 millones de personas o que son más que los humanos que habitan los países andinos. Es necesario entender que esa audiencia tiene una tendencia conservadora de valores y formas de vida. Valores y formas de vida que el presidente del Ecuador no se ha cansado de decir que está en contra. Es cómo que salga una publicidad en los partidos trasmitidos por los canales del gobierno pidiendo que ahorren en el Banco de Guayaquil. La pregunta que nace con esto es ¿provocará admiración o rechazo esa publicidad?

También no es suficiente con decir que existen 60 vuelos semanales entre Los Estados Unidos y Ecuador sino que se tiene que entender qué tipo de vacaciones buscan las personas que observan el Súper Tazón. Que, según la ministra son de un estrato social alto que tiene dinero para gastar. Es del grupo que le gusta la aventura o son los que prefieren un todo incluido en una playa del Caribe o en Disney. Seguro analizaron eso los grandes publicistas del ministerio de turismo.

Es que no todo se soluciona con publicidad como ocurre en el país. Para un espacio hegemónico blanco que alguien les diga que “todo lo que necesitan es Ecuador”, el país del socialismo del siglo XXI, en uno de sus días donde celebran su “dominio” (el otro es el 4 de julio) seguramente pasará a ser una burla más que una comunicación efectiva.


El que suscribe este artículo desea estar equivocado y que los trenes revolucionarios se llenen de gringos con sus cámaras de fotos pero de no ser así no habrá agencia publicitaria que arregle el segundo bochorno del Ecuador en los Estados Unidos. El primero fue la magnífica conferencia en Harvard con el fluido inglés del humanista Correa.